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13. ESTRATEGIAS DE LUCHA FRENTE A ENFERMEDADES DE MOLUSCOS BIVALBOS

 

Resumen

 

Se revisan las posibles estrategias para hacer frente a enfermedades de moluscos que viven en el medio natural. Para minimizar los riesgos de introducir una enfermedad infecciosa en una zona libre de dicha enfermedad han de seguirse procedimientos rigurosos para impedir la entrada de individuos portadores del agente infeccioso. Cuando una enfermedad ya está establecida en una zona o se prevé probable su entrada, pueden implementarse medidas para que la incidencia de la enfermedad sea reducida o que su gravedad (intensidad) sea limitada. Dentro de este tipo de medidas se incluyen las modificaciones en la gestión de las pesquerías o de los procedimientos de cultivo; otra estrategia es aumentar la tolerancia de los individuos a la enfermedad mediante la potenciación del sistema inmunitario, la producción de estirpes más tolerantes o resistentes a través de modificaciones genéticas y, como caso extremo, la sustitución de especies susceptibles por especies resistentes. El uso de tratamientos terapéuticos para sanar individuos enfermos no se ha generalizado en la acuicultura de moluscos en medio abierto, aunque se han desarrollado algunos protocolos que se han mostrado eficaces en laboratorio o a pequeña escala frente a determinadas enfermedades y parásitos. Cuando una enfermedad infecciosa de moluscos se ha establecido en el medio natural durante un periodo prolongado, es muy difícil conseguir su erradicación y, de hecho, no hay precedentes de éxito incluso en casos como el intento de erradicación de la bonamiosis de la ostra plana de Holanda, en que se siguió un protocolo riguroso.

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1. INTRODUCCIÓN

 

En este capítulo se revisan diferentes estrategias con las que hacer frente a enfermedades de moluscos que viven en el medio natural. En el caso de las enfermedades propias de criaderos de moluscos, el hecho de que los individuos se encuentren estabulados en medios cerrados o semiabiertos permite el uso de estrategias específicas para esta situación, que ya se han tratado en capítulos previos. Desde el punto de vista económico, las enfermedades más relevantes en las pesquerías y cultivos de moluscos son las infecciosas y es a éstas a las que se dedica este capítulo. Es obvio que en las explotaciones de moluscos (pesquerías y cultivos), el efecto patogénico de una enfermedad infecciosa con mayor trascendencia es el aumento de la mortalidad, aunque hay efectos subletales de importancia considerable como la 

1INTRODUCCION

En los tratados de epidemiología médica y veterinaria, las medidas de lucha contra enfermedades suelen agruparse en prevención primaria, secundaria, terciaria e incluso cuaternaria. Teniendo en cuenta las peculiaridades de los moluscos, de acuerdo con Grizel et al. (1986) las medidas de lucha contra enfermedades infecciosas se pueden agrupar en (1) las que se implementan para impedir que una enfermedad llegue a afectar a los individuos de una zona no afectada, (2) las empleadas para minimizar los efectos negativos de la enfermedad en una zona aun en presencia del agente infeccioso, (3) las encaminadas a sanar a los individuos enfermos y (4) las que buscan la erradicación del agente infeccioso de una zona afectada.

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2. ACCIONES PARA IMPEDIR QUE UNA ENFERMEDAD INFECCIOSA LLEGUE A UNA ZONA NO AFECTADA

 

La vía habitual de entrada de las enfermedades infecciosas es la introducción de individuos portadores del agente patógeno, por lo que para minimizar los riesgos de introducir una enfermedad infecciosa en una zona libre de dicha enfermedad es aconsejable limitar las introducciones de individuos de otras zonas a los casos en que sea estrictamente necesario y, en caso de realizarlas, ha de hacerse con un control riguroso para impedir la entrada de individuos portadores del agente infeccioso. El Código Sanitario de Animales Acuáticos, que la Organización Mundial de Sanidad Animal (O.I.E.) actualiza periódicamente, recoge las enfermedades infecciosas que requieren una vigilancia especial, por el peligro que entrañan, incluyendo las metodologías y técnicas aconsejadas para determinar la presencia de individuos portadores del agente infeccioso respectivo entre los moluscos de una zona. La normativa en materia de sanidad animal de cada país debe recoger los protocolos necesarios para que se mantenga la ausencia de enfermedad en las zonas así caracterizadas. Un ejemplo de dicha normativa es la que se aplica en los países de la Unión Europea (Anónimo 2006), que descansa en dos pilares: (1) mantener un plan de vigilancia para verificar la ausencia de la enfermedad en las zonas reputadas como libres y (2) prohibir la importación de moluscos provenientes de zonas afectadas por la enfermedad o de zonas donde el estado sanitario es desconocido, permitiendo únicamente la entrada de individuos procedentes de zonas reconocidas como libres de la enfermedad. Además de la imprescindible normativa, es importante que cada país cuente con el cuerpo de inspección que garantice el cumplimiento de la normativa. En la toma de decisiones sobre la conveniencia de la introducción de grupos de moluscos es recomendable no restringirse a las enfermedades y técnicas de diagnóstico recogidas en las listas de vigilancia obligatoria y realizar análisis histológicos que podrían permitir la detección de posibles agentes patógenos que no han sido previamente asociados a mortalidades. También ayudaría someter a los moluscos a un proceso de cuarentena, en instalaciones adecuadas, que puede revelar la presencia de algún patógeno que pase a un estado virulento debido al debilitamiento de los portadores durante el transporte.

 

Nunca se debe permitir la inmersión de una partida o lote de moluscos sobre los que no se tenga suficientes garantías zoosanitarias.

 

3. ACCIONES PARA MINIMIZAR LOS EFECTOS DE UNA ENFERMEDAD AUN EN PRESENCIA DEL AGENTE INFECCIOSO

 

Este grupo de medidas se implementan para que, aun en el caso de que los individuos de una zona puedan entrar en contacto con el agente responsable de una enfermedad infecciosa, bien la incidencia de la enfermedad (el número de individuos sanos que se contagian) sea reducida, bien la gravedad (intensidad) de la enfermedad sea limitada, permitiendo que los individuos afectados se comercialicen sin llegar a sufrir efectos graves. Dentro de este tipo de medidas se incluyen (1) las modificaciones en la gestión de las pesquerías o de los procedimientos de cultivo; (2) otra estrategia es aumentar la tolerancia de los individuos a la enfermedad o incluso utilizar individuos resistentes.

2ACCIONES
3MINIMIZAR
31Cambios

3.1. Cambios en los procedimientos de gestión y cultivo

 

Un conocimiento epidemiológico detallado de una enfermedad infecciosa puede permitir adaptar los procedimientos de gestión y cultivo para disminuir las pérdidas ocasionadas por una enfermedad infecciosa. Los aspectos epidemiológicos que conviene conocer son cuál es el agente infeccioso, su ciclo de vida, si se transmite directamente entre individuos de la misma especie, si los cadáveres son focos de infección, si hay hospedadores intermediarios, hospedadores reservorio u otros vectores, longevidad de las formas de vida libre del agente infeccioso, si hay estadios de resistencia en su ciclo vital, cuál o cuáles son los estadios infectivos, si hay infección vertical; la duración y localización anatómica/histológica de las distintas etapas en la progresión de la infección en el hospedador (periodos de latencia, prepatencia, incubación, duración de fases clínica y sistémica, tiempo de generación); la influencia de factores del hospedador, como por ejemplo la edad o la variedad (raza), en la susceptibilidad a la enfermedad; la influencia de factores ambientales, en especial temperatura y salinidad, en la dinámica de la enfermedad, bien porque afectan a la viabilidad, capacidad infectiva o virulencia del patógeno, bien porque afectan a la susceptibilidad del hospedador bien por la interacción de ambos efectos; distribución espaciotemporal de la enfermedad. A continuación se exponen los casos de cómo se han tratado de modificar los procedimientos de cultivo tratando de minimizar los efectos de varias enfermedades infecciosas de ostras, con resultados desiguales.

 

En el caso de la enfermedad del pie o de la concha que afectó a las explotaciones de la ostra plana Ostrea edulis en varios países de Europa, con especial dramatismo en Holanda en la década de los 1930s, los estudios epidemiológicos determinaron que el agente causal era el hongo Ostracobable implexa y que las conchas de berberecho Cerastoderma edule, que se vertían al mar de forma masiva para proporcionar sustrato al reclutamiento natural de las ostras, eran un reservorio para el hongo. Un cambio en el procedimiento de gestión consistente en la eliminación minuciosa de las conchas de berberecho y de otros moluscos de los parques ostrícolas condujo a la recuperación de la industria ostrícola en Holanda (Korringa 1951, Lauckner 1983). En el caso del procedimiento de gestión y cultivo de la ostra americana Crassostrea virginica recomendado para luchar contra la infección por el protozoo Perkinsus marinus (Andrews y Ray 1988), son tres los factores que determinaron las modificaciones de procedimientos de los ostricultores de la Bahía de Cheasapeake (EE. UU.): 1) Debido a la influencia de la salinidad en la viabilidad e infectividad de P. marinus, los bancos de ostras de las áreas estuáricas de baja salinidad de los ríos tributarios de la bahía se caracterizaron durante mucho tiempo por una baja o nula prevalencia del parásito, aunque el crecimiento de las ostras es muy lento en dichas áreas; sin embargo en las áreas de la bahía con salinidad más alta, la prevalencia de P. marinus es elevada y las ostras crecen rápido. 2) La temperatura influye en la dinámica de la infección y en la mortalidad, determinando una dinámica estacional, de forma que la infección progresa tan sólo en los meses cálidos. 3) Las ostras infectadas son fuente de estadios infectivos, tras la muerte en mayor medida que mientras viven. De acuerdo con el primer punto, el procedimiento recomendado a los ostricultores fue recoger semilla de ostra de las áreas de salinidad baja (semilla no infectada) y transplantarla a áreas de salinidad alta para su engorde. De acuerdo con el punto 2.º, la semilla debía ser trasplantada inmediatamente después del final del periodo infectivo, a principios del otoño, y la cosecha debía producirse antes del verano de dos años más tarde, el periodo de máxima mortalidad, permitiendo así a las ostras crecer durante un periodo sin infección seguido por un periodo con infección antes de alcanzar el periodo de mortalidad dramática, en el segundo verano de engorde. En la costa del golfo de Méjico donde también existe la enfermedad, el periodo cálido es más largo, por lo que el tiempo de engorde en áreas de salinidad alta ha de ser más corto que en la bahía de Chesapeake. Con este protocolo el tamaño de las ostras comerciales se redujo pero al menos había ostras para vender. De acuerdo con el punto 3.º, la cosecha de ostras debía ser minuciosa, minimizando el número de ostras que quedan sin recoger en los fondos de cultivo para evitar que sirviesen de focos de infección en la siguiente campaña de engorde. Además, tendiendo en cuenta la transmisión directa de la enfermedad, la disminución de la densidad de cultivo y el distanciamiento entre parques de cultivo contribuiría a dificultar el contagio entre ostras y la transmisión entre parques, respectivamente. Sin embargo con el tiempo este procedimiento fue perdiendo eficacia, pues tras años sucesivos de sequía prolongada en invierno y primavera que dieron lugar al aumento de la salinidad en las áreas estuáricas donde P. marinus no estaba presente, dichas áreas resultaron invadidas por el parásito, lo que deparó la carencia de semilla no infectada. Por otro lado, la disminución de la talla de captura y la retirada de todas las ostras de tamaño comercial (en especial en las áreas de dominio público) chocaba con la legislación tendente a asegurar la persistencia de un número de reproductores suficiente para asegurar el reclutamiento en la bahía. La situación se complicó aún más con la expansión de una epidemia causada por otro protozoo, Haplosporidium nelsoni, en áreas afectadas por P. marinus. Las nuevas dificultades llevaron a tener que buscar áreas nuevas para el engorde, incluso algunas de baja salinidad a pesar del periodo tan prolongado requerido para alcanzar tamaño comercial en ellas. La carencia de semilla de ostra de reclutamiento natural libre de P. marinus y de H. nelsoni incrementó la demanda de semilla libre de estos patógenos producida en criadero, pero precisamente en los años de sequía prolongada, el uso de esa semilla de criadero no supuso una reducción de la incidencia de ambas enfermedades ni de la mortalidad; el éxito de esta estrategia depende en gran medida del régimen de salinidad (Albright et al. 2007; McCollough et al. 2007). Por otro lado, la acumulación de series históricas de datos de intensidad de infección, mortalidad y condiciones ambientales recogidas en áreas diferentes permitió la elaboración de modelos que simulan la dinámica de la infección y ayudan a predecir la evolución de la enfermedad, lo que permite proporcionar recomendaciones concretas muy útiles para la gestión de las explotaciones de la ostra C. virginica. (Hofmann et al. 1995; Powell et al. 1996, 1997; Soniat y Kortright 1998; Ragone Calvo et al. 2000; Soniat et al. 2006).

32Aumento

En el caso de la marteiliosis que ocasionó mortalidades masivas de ostra plana O. edulis en varios países europeos a partir de 1968, los estudios epidemiológicos en el litoral atlántico francés demostraron que (1) el periodo de adquisición de la infección por Marteilia refringens es corto, restringiéndose al verano, y que el máximo de mortalidad tiene lugar en el otoño del año siguiente al del inicio de la infección (Grizel 1985); (2) se constató que el parásito no se transmite directamente de osta enferma a ostra sana y es muy probable la implicación de un hospedador intermediario, papel que podría desempeñar el copépodo Paracartia grani (Audemard et al. 2002). Con esta información, se trató de adaptar el protocolo de gestión y cultivo de las explotaciones ostrícolas del litoral francés, proponiéndose la introducción de semilla procedente de zonas no afectadas en las áreas afectadas justo al acabar del periodo infectivo, procediéndose a la cosecha de las ostras justo antes del periodo de máxima mortalidad. Debido a la vía de transmisión, la reducción de la densidad de las ostras en los parques ostrícolas no tenía efectos significativos en la incidencia de la enfermedad. El desarrollo del engorde en la zona submareal en lugar de la habitual intermareal pareció contribuir a disminuir la prevalencia. Sin embargo, el desarrollo de una nueva epidemia, ocasionada por el protozoo Bonamia ostreae a partir de 1979, puso contra las cuerdas a la industria ostrícola europea.

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En el caso de la bonamiosis de la ostra plana O. edulis, se constató que (1) la infección se transmite durante todo el año, (2) que el periodo desde que la infección es detectable (por histopatología) hasta que se alcanza el máximo de mortalidad en una cohorte es relativamente corto, (3) que el máximo de mortalidad se concentra en el último verano de engorde cuando la ostras están cercanas a alcanzar el tamaño comercial. De acuerdo con los puntos 1.º y 2.º es prácticamente imposible introducir modificaciones relativas al calendario en los procedimientos de gestión y cultivo que sean efectivas para luchar contra la enfermedad. El punto 3º sirvió de base para buscar modificaciones en los procedimientos de cultivo que acelerasen el ritmo de crecimiento de las ostras, permitiéndoles alcanzar el tamaño comercial antes del verano fatídico, para así aumentar las tasas de supervivencia aun a costa de rebajar el tamaño comercial (Montes et al. 2003), aunque esta estrategia no se ha traducido en mejoras sustanciales para el sector ostricultor.

 

Una medida básica ante cualquier enfermedad es la eliminación lo más minuciosa posible cualquier foco del patógeno.

 

3.2. Aumento de la tolerancia

 

Las vías posibles para aumentar la tolerancia o conferir resistencia frente a enfermedades en explotaciones animales son la potenciación del sistema inmunitario, la producción de estirpes más tolerantes o resistentes a través de modificaciones genéticas y, como caso extremo, la sustitución de especies susceptibles por especies resistentes.

 

a) Potenciación del sistema inmunitario: los moluscos no tienen sistema inmunitario adaptativo (también llamado específico o clonal) y carecen de memoria inmunológica si como tal se entiende la capacidad de producir anticuerpos específicos tras una primera exposición a un patógeno, para así responder de forma rápida y contundente en exposiciones posteriores. Por tanto, la vacunación no es una opción para luchar contra las enfermedades de los moluscos. Ahora bien, al poseer un sistema inmunitario innato, sí que es posible fortalecer la respuesta inmunitaria de los moluscos. En el caso de la acuicultura de crustáceos, en especial de los peneidos, está extendida la práctica de la potenciación de su sistema inmunitario mediante la estimulación de éste con la exposición a patógenos o a diferentes PAMPs (acrónimo de pathogen associated molecular patterns, en español «patrones moleculares propios de patógenos»), lo que refuerza la respuesta inmune frente a patógenos diversos, por tratarse de una respuesta inespecífica, y confiriendo de esta forma una protección frente a patógenos que se mantiene durante un tiempo variable (Van Hai et al. 2009). Los potenciadores de la respuesta inmune suelen administrarse con el alimento. En el caso de los moluscos bivalvos, también se ha constatado que la exposición experimental a bacterias o a PAMPs provoca una estimulación del sistema inmune (Hong et al. 2006; Costa et al. 2008, 2009; Cong et al. 2009). Sin embargo, la estimulación del sistema inmunitario no se ha aplicado al cultivo industrial de moluscos bivalvos, pues los cultivos se desarrollan en el medio natural. Quizás en el futuro puedan diseñarse estrategias de inmuno potenciación de moluscos bivalvos que sean rentables a nivel industrial. La aplicación de estas estrategias parece más viable en los cultivos de orejas de mar, pues éstas se cultivan en tanques y la adición y consumo de los productos inmuno-estimulantes son fácilmente controlables. Se ha demostrado el efecto potenciador del sistema inmunitario de orejas de mar y el aumento de su tolerancia frente a patógenos mediante la adición al alimento de bacterias (calificadas como probióticas por su efecto beneficioso) (Macey y Coyne 2005) o mezclas de compuestos inmuno-estimulantes (Xue et al. 2008). En el capítulo sobre la Respuesta inmune de moluscos se abordan las bases moleculares y fisiológicas de la estimulación del sistema inmunitario.

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b) Producción de estirpes tolerantes mediante selección o manipulación genética: La modificación de la dotación genética de los moluscos con el fin de conseguir individuos más tolerantes a las enfermedades se ha intentado a través de dos vías, los programas de selección genética mediante el control de cruzamientos y la manipulación cromosómica para variar la ploidía. La vía de la ingeniería genética conducente a la inserción de genes ajenos que confieran tolerancia o resistencia es factible pero las actuales restricciones legales han impedido su implantación industrial.

  • Programas de cruzamientos controlados. En la actualidad se desarrollan múltiples programas de selección genética, basados en cruzamientos controlados, para mejorar la producción de distintas especies de moluscos en diferentes lugares del mundo. Básicamente son dos los objetivos que persiguen estos programas de selección, aumentar la tasa de crecimiento y aumentar la tasa de supervivencia mediante la tolerancia o resistencia a enfermedades, siendo este segundo grupo el que nos ocupa en este capítulo. La estrategia de desarrollar estirpes tolerantes mediante programas de selección genética basados en cruzamientos controlados ha sido utilizada para minimizar los efectos de las enfermedades de varias especies comerciales de ostras en diferentes países, como es el caso de la lucha contra las infecciones de Crassostrea virginica por los protozoos Haplosporidium nelsoni y Perkinsus marinus en los EE.UU (Ford y Haskin 1987; Gaffney y Bushek 1996; Ragone Calvo et al. 2003); el fenómeno de la mortalidad estival de Crassotrea gigas en los EE.UU (Hershberger et al. 1984; Beattie et al. 1988) y en Francia (Degremont et al. 2007; Samain et al. 2007; Sauva ge et al. 2009; Degremont et al. 2010); la enfermedad juvenil de Crassostrea virginica causada por la bacteria Rosseobacter crassostreae en los EE.UU (Dav is y Barber 1999); las infecciones de Saccostrea glomerata por los protozoos Marteilia sydneyi y Bonamia roughleyi en Australia (Nell et al. 2000; Nell y Hand 2003; Nell y Perkins 2006; Green et al. 2008) y la infección de Ostrea edulis por el protozoo Bonamia ostreae en Irlanda (Culloty et al. 2001; 2004), Francia (Martin et al. 1993; Baud et al. 1997; Naciri-Grav en et al. 1998, 1999; Lallias et al. 2008) y España (Da Silva et al. 2005; Villalba et al. 2007). Los resultados obtenidos en todos estos programas son muy alentadores y, en mayor o menor medida, se ha conseguido aumentar la tolerancia, con disminución de la prevalencia e intensidad de la enfermedad y de la mortalidad de las estirpes seleccionadas. En general, en estos programas el criterio de selección de reproductores, es decir cómo se juzgaba la idoneidad de un individuo para usarlo como progenitor de la siguiente generación, ha sido tradicionalmente la supervivencia tras exposición prolongada al patógeno en el medio natural o en condiciones experimentales, lo que determina que para conseguir una mejora sustancial se necesiten muchos años (varias generaciones de selección y varios años por generación). El desarrollo de las herramientas moleculares y su aplicación en Biotecnología ha permitido que en la actualidad se estén buscando marcadores moleculares de la tolerancia para usarlos como criterio de selección de reproductores de forma más eficaz, más específica y acortando plazos en los programas de selección. En el caso de la selección de estirpes de Saccostrea glomerata tolerantes a Marteilia sydneyi, ya se ha comprobado que la fenoloxidasa está implicada en las diferencias de tolerancia a la enfermedad entre cohortes (Bezemer et al. 2006; Aladaileh et al. 2007; Butt y Raftos 2008) y se ha comprobado que hay diferencias de expresión en genes que codifican enzimas antioxidantes en las cohortes seleccionadas para tolerar la enfermedad (Green et al. 2009). La búsqueda de genes marcadores de tolerancia también se está desarrollando en el caso de la selección de tolerancia al fenómeno de la mortalidad estival de Crassostrea gigas en Francia (Huvet et al. 2004; Dav id et al. 2007) y en los EE.UU (Lang et al. 2009). La aproximación proteómica para identificar proteínas marcadoras de tolerancia también se está aplicando en programas de selección de tolerancia de Ostrea edulis frente a la bonamiosis (Cao et al. 2009). Los avances en genómica funcional se complementan con los avances en la construcción de mapas de ligamiento del genoma en particular con caracteres relacionados con la tolerancia a enfermedades, como es el caso de Crassostrea virginica frente a la perkinsosis (Sokolova et al. 2006; Yu y Guo 2006), de Ostrea edulis frente a la bonamiosis (Lallias et al. 2009) y de Crassostrea gigas frente al fenómeno de la mortalidad de estival (Sauva ge et al. 2010). Además, estas nuevas herramientas moleculares van a permitir entender las bases fisiológicas y moleculares de la tolerancia y, por tanto, buscar nuevas vías de lucha. En el capítulo sobre la Respuesta inmune de moluscos se revisan los avances en la identificación de genes implicados en la respuesta frente a patógenos.

  • Modificación de la ploidía. La utilización de individuos triploides se ha extendido a varias especies de moluscos bivalvos cultivadas, lo que se ha acrecentado con los protocolos de uso de espermatozoides de individuos tetraploides para fecundar ovocitos de individuos diploides. La razón de la utilización de moluscos triploides en acuicultura es su mayor tasa de crecimiento en comparación con los diploides. Esto se debe a que las células triploides son de mayor tamaño que las diploides y a que, debido a la total o parcial incapacidad de los triploides para completar la gametogénesis, parte de la energía que en los individuos diploides se destinaría a la producción de gametos, en los individuos triploides está disponible para otras funciones, como crecimiento. La ventaja en el crecimiento de los triploides llevó a pensar que, para aquellas enfermedades cuyos efectos letales se concentran en una edad próxima al tamaño comercial, un crecimiento más rápido de los triploides podría suponer alcanzar el tamaño comercial antes de que la mortalidad fuese alta. Incluso se hipotetizó que la mayor susceptibilidad a enfermedades propia de la estación reproductora en los diploides de algunas especies, en parte debida al debilitamiento del sistema inmunitario, podría minimizarse con la triploidía, al reducirse el gasto energético de la gametogénesis. Sin embargo, no se ha demostrado que la triploidía disminuya significativamente la susceptibilidad a enfermedades. Las ostras C. virginica triploides son tan susceptibles a las infecciones por Perkinsus marinus (Barber y Mann 1991; Meyers et al. 1991) y Haplosporidium nelsoni (Matthiessen y Dav is 1992) como las diploides. En el caso de la mortalidad estival de Crassotrea gigas, las ostras triploides han mostrado mortalidad más alta que las diploides, tanto en los EE. UU. (Cheney et al. 2000) como en Francia (Goulletquer et al. 1996). La única información disponible sobre los beneficios de la triploidía en el caso de la infección de Saccostrea glomerata por Bonamia roughleyi indica una mayor supervivencia de los triploides frenta a los diploides cuando las ostras se vieron afectadas por brotes de la enfermedad (Hand et al. 1998), pero los autores no recogieron en su estudio datos sobre prevalencia o intensidad de la enfermedad.

  • Producción de individuos transgénicos. La utilización de organismos transgénicos como medida de lucha frente a enfermedades está ampliamente extendida en agricultura. Sin embargo las restricciones legales para la puesta en el mercado de animales modificados genéticamente ha impedido la aplicación de esta estrategia a la acuicultura de moluscos. No obstante, a nivel experimental ya se han realizado con éxito ensayos de transfección para la inserción de genes ajenos en varias especies de moluscos, de forma que el gen insertado se expresa en embriones o adultos, según el caso, de ostras C. gigas y C. virginica (Cadoret et al. 1997a, 1997b; Buchanan et al. 2001a, 2001b; Cadoret et al. 2000), caracoles de agua dulce Biomphalaria glabrata (Yoshino et al. 1998) y chirlas Chamelea gallina (Guerra y Esponda 2006). Por tanto, la inserción de genes que confieran actividad antimicrobiana es posible. De hecho se ha patentado un protocolo para insertar el gen del interferón alfa en ostras perlíferas y así conferirles resistencia a virus (N.º patente JP2000245299-A).

 

c) Sustitución de una especie susceptible por una especie resistente: Un paradigma de esta estrategia es la reacción de la industria ostrícola francesa ante las sucesivas epidemias que afectaron a sus explotaciones en el último tercio del siglo XX. Previamente, la industria ostrícola francesa se había basado en dos especies, la ostra plana Ostrea edulis y el ostión Crassostrea angulata, en proporciones variables a lo largo de los años. Las mortalidades masivas ocasionadas por un iridovirus entre 1967 y 1972, acabaron con las explotaciones del ostión y las sucesivas epidemias de marteiliosis y bonamiosis redujeron la producción de ostra plana a una mínima expresión en los setenta y ochenta. El sector ostrícola reaccionó introduciendo una especie exótica, la ostra rugosa del Pacífico Crassostrea gigas, que es muy tolerante o incluso resistente a las enfermedades mencionadas, de forma que la producción francesa de ostra, basada ahora casi exclusivamente en la especie introducida, ha aumentado significativamente con respecto a la situación previa a los brotes epidémicos. Las primeras introducciones se realizaron por iniciativa exclusiva de algunos ostricultores, sin autorización oficial, aunque finalmente la administración francesa tomó cartas en el asunto, supervisando y planificando el proceso de implantación de C. gigas a partir de 1970 (Grizel y Héral 1991). Tal medida que, en principio, se planteó como solución a la mortalidad masiva de C. angulata, se extendió como solución a la mortalidad de la ostra plana provocada por marteiliosis y bonamiosis, comprobándose que otras especies exóticas de ostra plana (Ostrea chilensis, O. denselamellosa, O. angasi y O. puelchana) no eran alternativa por ser susceptibles a bonamiosis y marteiliosis (Grizel et al. 1983; Le Borgne y Le Pennec 1983; Bougrier et al. 1986; Pascual et al. 1991). No obstante, la introducción de una especie alóctona conlleva riesgos que hay que tener en cuenta antes de decidir su introducción, entre los que destaca la entrada de organismos «acompañantes» de forma inadvertida (patógenos, predadores o competidores) que pueden dar lugar a modificaciones de diferente calado en el ecosistema receptor e incluso afectar a áreas de regiones o países próximos (Carriker 1992, Shatkin et al. 1997).

4MEDIDAS

Para minimizar los riesgos de la introducción de especies exóticas, el Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES) desarrolló un código con los procedimientos recomendados, que se actualiza periódicamente (ICES 2004), y que puede resumirse de la siguiente forma: (1) ha de realizarse un estudio inicial minucioso, incluyendo entre otras muchas cuestiones una revisión de la biología y ecología de la especie en el lugar de origen, un análisis de riesgos (impactos genético, ecológico, patológico y económico) de la introducción y una evaluación de los beneficios esperados, que deberá ser remitido al ICES para su consideración y pronunciamiento; (2) en caso de que se decida proceder con la introducción, un grupo de individuos de la especie en cuestión se usarán como reproductores para producir progenie, dentro de instalaciones de cuarentena, y dichos reproductores nunca se llevarán al medio natural; (3) sólo si se prevé que el impacto será mínimo y tras determinar que está libre de patógenos, la progenie se llevará al medio natural en una fase piloto, para evaluar la interacción con las especies autóctonas y contrastar las asunciones del análisis de riesgos, contando con un plan de contingencia por si fuese necesario retirar los individuos de la especie exótica; (4) se desarrollará un programa de seguimiento de la especie introducida en su ambiente nuevo, enviando informes anuales al ICES para su revisión hasta que el proceso se considere finalizado.

 

En los EE.UU se han desarrollado dos procesos, probablemente ejemplares, para evaluar la conveniencia de la introducción de especies exóticas de ostra como remedio a la dramática situación de la industria ostrícola de la Bahía de Chesapeake tras los efectos devastadores de las enfermedades causadas por los protozoos Perkinsus marinus y Haplosporidium nelsoni sobre las poblaciones de la ostra autóctona Crassostrea virginica. En la dé cada de los noventa del siglo pasado se evaluó Crassotrea gigas (Mann et al. 1991) y en este siglo se está evaluando Crassostrea ariakensis. (Luckenbach 2008). En ambos casos se han seguido las recomendaciones del ICES y, además, para minimizar el riesgo de que durante la fase de evaluación en el ambiente nuevo las especies exóticas colonizasen la Bahía de Chesapeake, los individuos que se fueron introduciendo en el medio natural eran triploides, por tanto con capacidad reproductiva mínima o nula. Se comprobó que C. gigas es susceptible a la infección por P. marinus (Calvo et al. 1999) y H. nelsoni (Burreson et al. 2000) y que no suponía una ventaja significativa con respecto a C. virginica en la Bahía de Chesapeake. C. ariakensis se ha mostrado susceptible a P. marinus (Calvo et al. 2001; Paynter et al. 2008) y a Bonamia sp. (Burreson et al. 2004) en el litoral de los EE.UU y su introducción en la Bahía de Chesapeake es todavía objeto de debate.

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4. MEDIDAS TERAPÉUTICAS

 

Las medidas terapéuticas no se aplican en la acuicultura de moluscos bivalvos que se desarrollan en el medio natural, pues la combinación del medio abierto con el mecanismo de captación de alimento de estos organismos hace que no sea rentable el suministro de cualquier tipo de producto para sanar a individuos afectados por patógenos o enfermedades. A pesar de todo se han realizado experimentos para evaluar la eficacia terapéutica de diferentes productos en la infección de la ostra C. virginica por el protozoo Perkinsus marinus (Calvo y Burreson 1994; Faisal et al.1999). Algunos de estos productos, como cicloheximida y bacitracina, se han mostrado eficaces en la reducción de los niveles de infección en ostras vivas sin matar al hospedador, aunque la infección no se elimina completamente. Otros productos inhiben la proliferación o matan células de Perkinsus spp. in vitro (Gauthier y Vasta 1994; Krantz 1994; Dungan y Hamilton 1995; Elandalloussi et al., 2003, 2005a,b; Lund et al. 2005; Panko et al. 2008). Quizás se podrían diseñar protocolos para el uso de este tipo de productos u otros en sistemas cerrados por tiempo limitado para eliminar infecciones. Martínez Manzanares et al. (1998) evaluaron la eficacia de la inmersión de lotes de almejas Ruditapes philippinarum en baños con diferentes antibióticos, como tratamiento para frenar la proliferación de la bacteria Vibrio tapetis, causante de la enfermedad del anillo marrón. También la inmersión de mejillones Mytilus edulis en una disolución de dicloros en agua de mar (30 mg/l) durante 2 horas es eficaz para la eliminación de los copépodos Mytilicola intestinalis alojados en el intestino del mejillón (Blateau et al. 1992). El método del baño, bien en agua dulce bien en agua caliente bien en una suspensión de hidróxido de calcio en agua dulce, se ha mostrado eficaz para disminuir la intensidad de infestación por gusanos poliquetos perforadores de la ostra C. gigas (Nel et al. 1996; Gallo-García et al. 2004).

 

La situación es diferente en el caso de los cultivo de orejas de mar, que se realizan en tanques. En estos casos, sí podrían ser viables y rentables los procedimientos terapéuticos para tratar individuos enfermos. De hecho, lo oxitetraciclina se puede usar para tratar orejas de mar Haliotis spp. afectadas por el síndrome de la deshidratación o del marchitamiento (withering syndrome) asociado a una infección rickettsiana (Friedman et al. 2003, 2007; Rosenblum et al. 2008).

 

5. ERRADICACIÓN DE ENFERMEDADES

 

Una posibilidad teórica de lucha frente a una enfermedad establecida en una zona es tratar de hacer desparecer de dicha zona el patógeno que la causa. En la práctica, cuando una enfermedad transmisible que afecta a moluscos se ha establecido en el medio natural durante un periodo prolongado, es muy difícil conseguir su erradicación y, de hecho, no hay precedentes de éxito. En el caso de la bonamiosis de la ostra plana O. edulis, los intentos rigurosos de erradicación mediante el cese absoluto y prolongado de actividades de cultivo y la retirada minuciosa de ostras de las zonas afectadas resultaron infructuosos, tanto en Holanda (Van Banning 1988, 1991) como en Francia (Grizel et al. 1986). La razón de la dificultad es que es prácticamente imposible retirar todos los focos del patógeno pues, aun en el improbable caso de que la retirada de los individuos de la especie afectada sea absoluta y no quede ninguno en el medio, es posible que queden hospedadores reservorio o incluso estados de resistencia libres del patógeno. En el caso de la bonamiosis, es posible que otros invertebrados además de las ostras alberguen Bonamia ostreae (Lynch et al. 2007). Por tanto, es importante reaccionar rápidamente si una enfermedad transcendente se detecta en un lote aislado de moluscos, en un área que previamente se consideraba libre, retirando todos los individuos del lote lo antes posible, para evitar que el patógeno pueda acantonarse en el medio.

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